Está sentado en una habitación con vistas al bosque. Son las cinco de la tarde. Él ha ido hoy al instituto. Le han dado la nota del examen de Latín. “Un 7,5 no está mal”.
Enciende la radio que prende melodías llenas de blues y se dedica a escribir un lenguaje que cubra su rostro. Se esconde en las metáforas. La canción llega a su clímax y los violines le acarician el cuello. Se levanta de aquella silla de madera y en pie se gira hacia la ventana. Mira el sol que inunda los árboles tras los escombros de una casa moribunda. Al fondo hay un castillo abandonado. Puede sentir el viento de las colinas, la humedad de la huerta murciana, y más aún, la necesidad de dirigirse hacia el letargo que le proporciona la fantasía . Solo así, embriagado de aquel néctar, podría entender el silencio de la belleza que regala una imagen.
Piensa...
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